Sales de una tormenta en la que ni siquiera sabes cómo te has metido, con el pelo revuelto, el alma quemada, el cuerpo débil, los ojos oscuros, el miedo agarrado a ti, la ansiedad comiéndote por dentro. No eres tú, nada de lo que eras ni de lo que puedes ser, oscura, escondida, cobarde, sin sonrisa en los ojos, solo en los labios..y la mayoría de las veces solo para que no pregunten más.
Entonces cuando has montado la mejor de las defensas, te has ocultado en lo más profundo de tu abismo, cuando ni siquiera quieres mirar al cielo y ver las nubes un día se lluvia, cuando las estrellas te parecen simples puntos, cuando todo deja de tener la magia que solo ve quien la busque y se pare a respirar la vida, cuando no quieres ver nada…
Llega alguien, o mejor dicho nadie. Te recuerda que las nubes , justo antes de la tormenta ,antes del amanecer, antes del atardecer son el mayor espectáculo que te da la naturaleza. Te recuerda que Saturno nos vigila desde el cielo y las estrellas lo acompañan. Te hace mirar al cielo y al suelo, te hace redescubrir que la magia está ahí solo para quien quiera creer en ella.
No te agarra, no te quita tus alas, no eres suya ni siquiera lo pretende, no te amarra al suelo para que no vueles, justo lo contrario. Acampa en tu muro con una paciencia infinita, solo te recuerda ,ni siquiera te pide, que vuelvas a mirar al cielo, que vuelves a escuchar las canciones, te recuerda que es lo que te enamora de la vida, te dice que mires a tu alrededor porque el abismo no es tan profundo como parece te dice que vuelvas a ser tú cuando tú decidas que lo quieras ser. Te mira y se ríe de esa magnífica apariencia de hielo que pretendes dar sabe que eres de fuego, te mira con ojos que no buscan nada más que la persona que siempre ha estado allí, te hace mirarte, verte, sentirte, crecerte, quererte, respetarte, protegerte y ser más valiente.
Y mientras tanto sigue ahí…desde su lugar viendo cómo te elevas y creces, cómo respiras y sueñas, cómo vuelves a mirar las nubes y tus pulmones vuelven a quedarse pequeños para las situaciones que le llegan.
Entonces cuando estás ahí, en lo alto de tu muro, en lo más alto de tu torre de marfil, miras abajo y le ves sonriéndote feliz por el simple hecho de que hayas llegado hasta ahí, decides bajar de la torre, abrir el muro, sonreírle con los ojos, besarle para que los dos os elevéis el uno al otro hasta donde las nubes nos rodeen.
Yo, existo.
Tú, existes.
Nosotros existimos.
Hay algo más bonito y valiente que abrir el muro?...yo creo que no...
ResponderEliminarAhora...los muros no son tan fuertes como uno cree, por lo general cuando los abrimos, suelen derruirse por si solos...
Me ha encantado=)
Creo que este texto mío de hace tiempo es la perfecta respuesta a éste de por aquí...
ResponderEliminarhttp://linea-continua.blogspot.com/2011/07/el-mistico.html